El fracaso tiene mil excusas, el éxito
no requiere explicación. Cada vez que no logramos algo siempre tenemos una
magnífica disculpa; el mediocre busca instintivamente una justificación para su
fracaso y, por supuesto, siempre juega el papel de víctima. Estoy convencido de
que en este país no somos católicos, sino más bien adoradores de Alá, en el
sentido de que a la mejor nos va a ir bien, a la mejor nos aumentan el sueldo,
a la mejor me saco la lotería, a la mejor este país avanza, etcétera.
Vivimos en la eterna espera de que las
cosas mejoren y salgamos favorecidos. Además, el mediocre juega el papel de
víctima circunstancial, siempre le echa la culpa a los demás de su fracaso.
El triunfador es siempre una parte de la
respuesta; el perdedor es siempre una parte del problema.
El triunfador dice: "Podemos
hacerlo"; el perdedor dice: "Ése no es mi problema".
El triunfador siempre tiene un programa;
el perdedor siempre tiene una excusa.
El triunfador ve siempre una respuesta
para cualquier problema; el perdedor ve siempre un problema en toda respuesta.
El triunfador ve una oportunidad cerca
de cada obstáculo; el perdedor ve de dos a tres obstáculos cerca de cada
oportunidad.
El triunfador dice: "Quizá es
difícil, pero es posible"; el perdedor dice: "Puede ser posible, pero
es demasiado difícil".
Si analizamos el salario de los altos
ejecutivos debemos preguntarnos por qué ganan lo que ganan. Así, por ejemplo,
el señor Lee Iacocca, director de la Chrysler, ganó en 1988 40 millones de
dólares que, convertidos a pesos mexicanos, dan algo así como 52 millones de
pesos la hora laboral. Aquí cabria la pregunta: ¿Lo contrataron porque había o
no problemas en esa empresa? ¿Cómo se justifica su salario tan elevado?
Por supuesto, en aquel entonces a la
Chrysler si algo le sobraba eran precisamente problemas, pérdidas acumuladas
por varios cientos de millones de dólares, una deuda de 2000 millones, la
calidad por el suelo y las ventas que dejaban mucho que desear.
El objetivo de este hombre era
precisamente encontrar las soluciones, razón que justificaba su presencia en
esa organización. Usted se ha preguntado por qué lo contrataron en el actual
trabajo que desempeña, ¿para ocasionar problemas o para resolverlos? Nadie
contrata a alguien para que le cree problemas, sino para que encuentre
soluciones.
¿Desea usted ascender en su
organización?; si usted es dueño de su propia empresa, ¿desea que ésta
progrese?
El secreto es: resuelva los problemas
que tiene actualmente y pida prestados algunos más a su jefe o a su cliente más
importante; le aseguro que con esta conducta usted se convertirá en candidato
al ascenso. Si usted tiene algún problema, a continuación le voy a dar la mejor
receta para resolverlo; además, le garantizo que después de aplicarla no habrá
ya jamás problemas que le preocupen: "Muérase", y así lo tendrán sin
cuidado la economía, la cotización del dólar, la contaminación, el trabajo,
etcétera.
Es más, sin ser tan dramático, si mañana
desea pasar un día sin problemas, no se levante de la cama, ni siquiera vaya al
baño, hágase ahí mismo, no vaya a ser la de malas que cuando se levante se
resbale y se accidente.
Los problemas vienen a representar los
retos de la Excelencia, son la materia prima indispensable que justifica
nuestra presencia en cualquier organización.
A través de soluciones los seres humanos
nos hacemos indispensables en una empresa, en una familia y en una nación; para
llegar a ser un dirigente político, llámese senador, diputado, director de
paraestatal o presidente de la República, hay que demostrar capacidad para
encontrar las soluciones que aquejan a sus gobernados.
Así, en cualquier campo de la actividad
humana, el líder muestra su verdadera calidad, en la medida en que propicie
soluciones efectivas a sus seguidores.
Además, debemos tener la consistencia
del agua para tener éxito en la vida. Imagine que ponemos agua en un vaso, ¿qué
forma toma el agua?, ¿y si la ponemos en un cenicero?, ¿o en una cubeta?
Fácilmente nos percatamos de que el agua toma la forma del recipiente, y su
esencia sigue siendo la misma.
También el líder de Excelencia es aquel
que se adapta a todas las circunstancias y sigue siendo bueno; no importan las
adversidades, el buen líder siempre logra lo que desea. Ser bueno a pesar de su
jefe, empresa, momento económico nacional, su falta de recursos, etcétera, es
el sello de los triunfadores, los que no esperan que las cosas mejoren para
salir adelante, sino que con lo poco que tienen logran realizar sus sueños.
Ése es el sello de los excelentes.
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